El pasado viernes, en mi artículo semanal en asturias24 describía el permanente día de la marmota en el que vivimos en Asturias, buscando explicaciones fuera de nuestra propia responsabilidad, buscando
culpables ajenos. No había trascurrido la mañana de ese día, cuando el Presidente
de Asturias –en su comparecencia ante la Junta General para someterse a la
interpelación de los grupos políticos- nos daba el titular del día para
corroborar este análisis, cuando al ser interpelado sobre el
resultado del PIB regional conocido dos días antes -que coloca a nuestra región
en el último lugar de entre todas las Comunidades Autónomas, con la mayor caída
nacional- replicaba: "Si en vez de darnos un punto de techo de déficit, hubiésemos tenido un 1,5 por ciento, podríamos haber movilizado recursos que, con su efecto multiplicador, nos hubiese situado en la media del país".
Que el déficit no es la única vía para sostener
el Estado del Bienestar, sino más bien lo contrario, es una evidencia palpable
en la experiencia sueca. Pero el socialismo de Asturias sigue construyendo la
casa por el tejado: primero define un Estado del Bienestar envidiable, y luego
piensa en como generar riqueza para pagarlo, aunque en esto último no invierte
mucho tiempo y prefiere culpar a los demás de la falta de recursos, mientras
se sigue gastando lo que no se tiene, mientras el gasto público ya supone el 55,1% del
PIB regional.
Estas declaraciones, con todo su adorno de victimismo exculpatorio, las hace el Presidente del mismo Gobierno de Asturias que sigue con su escalada imparable de endeudamiento –que se ha incrementado un 296% desde el inicio de la crisis- y que ya ha superado los 3.000 millones de euros. Mientras tres leyes de crédito extraordinario se tramitan en el Parlamento asturiano, poco parece importar que ese endeudamiento se vaya a destinar a seguir manteniendo una administración paralela que consume el 20,94% del presupuesto regional –por la vía de las transferencias corrientes- o que el gasto de personal de la administración regional suponga el 39,54% del montante total de las cuentas regionales. Poco parece importar que la OCDE advierta queno podemos gastar más con cargo a la deuda. Seguimos en la política de no pagar facturas y de que otros paguen la irresponsabilidad de gasto público.
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Fuente: www.datosmacro.com |
Pero además de comprometer el futuro, compromete
nuestro presente y la capacidad de salir de esta insoportable crisis: los
intereses de la deuda ya consumen hoy excesivos recursos productivos,
incrementando de forma acelerada su proporción sobre el total del presupuesto
regional. Y lo más importante: cuando los Gobiernos de endeudan deben repagar
esas deudas cobrando impuestos a los ciudadanos, quienes son en definitiva los
verdaderos deudores. Pero de un Gobierno autonómico que no tiene la competencia
de recaudar los impuestos que se gasta –y por tanto no tiene que responder
políticamente por ello-, resalta aún más su grado de irresponsabilidad por no
preocuparse por la tendencia –todo lo contrario, reclaman más margen para
seguir incidiendo en ella- y no asumir que esta no se corregirá si no es con
ahorro público para amortizar la deuda.
Ya no es admisible el
argumento del bajo porcentaje de la deuda en relación con el PIB regional o con
respecto a otras Comunidades Autónomas, que el Gobierno de Asturias repite
hasta la saciedad para investir de bondad cualquier decisión de gasto público y
del endeudamiento asociado. La concepción de identificar el progreso con la
capacidad de endeudamiento de la administración tiene graves consecuencias. Nos
hace vivir con la falsa ilusión de que la deuda puede expandirse sin límite y
que sólo esta puede garantizar el crecimiento económico. Y no es así.
Asturias necesita abandonar
estos postulados intervencionista, cuyo fracaso tiene a la región en cifras
record de desempleo, pese a las ingentes cantidades de fondos públicos de los
que ha sido beneficiaria. Asturias necesita más ahorro para reactivar la
inversión, no persistir en las recetas del Telón de Acero de más gasto público y
de repudio de la deuda. Tal como proponía Juan
Costa Climent en su libro ‘La revolución Imparable’, Asturias precisa articular otra forma de entender la
relación entre economía y entorno más acorde con las restricciones que nos
impone la nueva era en que vivimos, donde el cómo se reparte el crecimiento
entre el conjunto de la población, cuál es el nivel de cohesión social y cuanto
patrimonio ecológico conservamos son los factores relevantes. En caso
contrario, no podremos ser capaces de valorar el éxito o el fracaso de un
Gobierno -o de una determinada política- y consumiremos nuestra vida y recursos
luchando por algo distinto de lo que realmente buscamos.