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30 de abril de 2014

Mal menor y voto útil


La táctica política del mal menor es una cosa distinta de la doctrina moral del mismo nombre. La doctrina moral del mal menor es lícita siempre que nuestra responsabilidad sea sólo la elección entre opciones malas. Pero ¿qué‚ ocurre cuando tenemos la responsabilidad de hacer propuestas? ¿Es lícito proponer un mal, aunque sea menor? La respuesta, desde el punto de vista ético, debe ser negativa y categórica: el mal menor, antes que menor, es mal. Y si la táctica del mal menor consiste en proponer males menores para evitar que triunfen males mayores la conclusión es que no es moralmente lícito recurrir a ella.
El maquiavelismo del ‘malminorismo’ tiene su demostración en la justificación del voto útil, lo que, paradójicamente, contradice el mal menor porque pide que se vote no ya al menos malo, sino a una opción que tenga posibilidades de triunfo, aunque sea peor que otras opciones con menos posibilidades. ¿Por qué denotar con ello la nula  convicción en las ideas y propuestas propias y en la capacidad para llevarlas al triunfo? ¿Por qué abonarse, con ese discurso, al retroceso, a la postura vergonzante y defensiva y al complejo de inferioridad? ¿Por qué la renuncia al protagonismo en la política, creyéndose ‘maquiavelos’, y siendo solamente una sombra en retirada? ¿Por qué esa visión miope y egoísta de utilidad?
El discurso del voto útil se adopta entre los cansados, o los que quieren ganar a toda costa, o los que ansían el éxito social inmediato. Es una trampa que coloca el concepto de ‘utilidad’ en el centro de la política y lo identifica con la conquista del poder -sea como sea- que se construye sobre arena, en lugar de mirar la utilidad de mirar más allá, la que siembra sin pensar en la cosecha; que olvida que hay otras ‘utilidades’ a las que puede encaminarse la acción política como son: romper la unanimidad negativa, ayudar a promover cambios positivos, dar ejemplo de fidelidad a unos principios, dar testimonio de coherencia y de honradez, etc.

¿Por qué renunciar a la influencia pedagógica o formativa que tienen los políticos ante el pueblo sencillo y convertirse en personajes engañosos? ¿Por qué
falsear el sistema representativo que se dice defender, cuando el voto pierde su justificación originaria que es otorgar la representación de un interés legítimo o de un principio? ¿Por qué impedir que se consoliden progresivamente opciones políticas?
Frente al llamado ‘voto útil’, que es un recurso desesperado, no cabe otro más que el ‘voto del premio’ como reconocimiento o aval para quienes desde la estructura gubernamental estén en disposición de contribuir al beneficio de todos los ciudadanos, castigando a los que siguen en su desesperada búsqueda del poder, por el poder mismo. El pueblo conoce la ‘meritocracia’, porque la ve en realizaciones concretas, por lo que no hay que dudar que sabrá escoger el voto del premio –sin acudir al pesimismo y la ineficacia de la teoría del mal menor- para darle un alto a los oportunistas, que lo que buscan es repartirse el poder y tratar de esquivar sus compromisos.

9 de abril de 2014

Deuda regional: un peligro para nuestra democracia y nuestra prosperidad

El pasado viernes, en mi artículo semanal en asturias24 describía el permanente día de la marmota en el que vivimos en Asturias, buscando explicaciones fuera de nuestra propia responsabilidad, buscando culpables ajenos. No había trascurrido la mañana de ese día, cuando el Presidente de Asturias –en su comparecencia ante la Junta General para someterse a la interpelación de los grupos políticos- nos daba el titular del día para corroborar este análisis, cuando al ser interpelado sobre el resultado del PIB regional conocido dos días antes -que coloca a nuestra región en el último lugar de entre todas las Comunidades Autónomas, con la mayor caída nacional- replicaba: "Si en vez de darnos un punto de techo de déficit, hubiésemos tenido un 1,5 por ciento, podríamos haber movilizado recursos que, con su efecto multiplicador, nos hubiese situado en la media del país"
Que el déficit no es la única vía para sostener el Estado del Bienestar, sino más bien lo contrario, es una evidencia palpable en la experiencia sueca. Pero el socialismo de Asturias sigue construyendo la casa por el tejado: primero define un Estado del Bienestar envidiable, y luego piensa en como generar riqueza para pagarlo, aunque en esto último no invierte mucho tiempo y prefiere culpar a los demás de la falta de recursos, mientras se sigue gastando lo que no se tiene, mientras el gasto público ya supone el 55,1% del PIB regional.

Estas declaraciones, con todo su adorno de victimismo exculpatorio, las hace el Presidente del mismo Gobierno de Asturias que sigue con su escalada imparable de endeudamiento –que se ha incrementado un 296% desde el inicio de la crisis- y que ya ha superado los 3.000 millones de euros. Mientras tres leyes de crédito extraordinario se tramitan en el Parlamento asturiano, poco parece importar que ese endeudamiento se vaya a destinar a seguir manteniendo una administración paralela que consume el 20,94% del presupuesto regional –por la vía de las transferencias corrientes- o que el gasto de personal de la administración regional suponga el 39,54% del montante total de las cuentas regionales. Poco parece importar que la OCDE advierta queno podemos gastar más con cargo a la deuda. Seguimos en la política de no pagar facturas y de que otros paguen la irresponsabilidad de gasto público.
Fuente: www.datosmacro.com
En este estado de cosas, nadie repara en lo delicado que es utilizar el instrumento de la deuda pública, ni en las consecuencias sobre la actividad económica y el futuro de la región, ni en la ya nula capacidad de influencia de la administración sobre el PIB de Asturias, acrecentada con cada decisión de incrementar el endeudamiento público. El ejemplo palmario lo tenemos en las sucesivas concertaciones sociales que se negociaron al calor de la burbuja de obra civil, a golpe de deuda. Seguir adelantando decisiones de consumo, es la forma de seguir financiando las onerosas estructuras de gasto sin que el contribuyente actual tenga percepción de cual es su verdadero coste, ya que este se transfiere a las futuras generaciones. Ahora pagamos aquellos excesos y seguimos endeudándonos, empecinados en mantener el gasto ordinario generado con los ingresos extraordinarios de tiempos de la burbuja que no volverán. Pero poco parece importar que estas decisiones estrangulen el crecimiento, maten el ahorro, castiguen el esfuerzo y minen la innovación empresarial, mientras no se reforma una administración pública monstruosamente entorpecedora de la actividad económica y consumidora de recursos públicos.
Pero además de comprometer el futuro, compromete nuestro presente y la capacidad de salir de esta insoportable crisis: los intereses de la deuda ya consumen hoy excesivos recursos productivos, incrementando de forma acelerada su proporción sobre el total del presupuesto regional. Y lo más importante: cuando los Gobiernos de endeudan deben repagar esas deudas cobrando impuestos a los ciudadanos, quienes son en definitiva los verdaderos deudores. Pero de un Gobierno autonómico que no tiene la competencia de recaudar los impuestos que se gasta –y por tanto no tiene que responder políticamente por ello-, resalta aún más su grado de irresponsabilidad por no preocuparse por la tendencia –todo lo contrario, reclaman más margen para seguir incidiendo en ella- y no asumir que esta no se corregirá si no es con ahorro público para amortizar la deuda.
Ya no es admisible el argumento del bajo porcentaje de la deuda en relación con el PIB regional o con respecto a otras Comunidades Autónomas, que el Gobierno de Asturias repite hasta la saciedad para investir de bondad cualquier decisión de gasto público y del endeudamiento asociado. La concepción de identificar el progreso con la capacidad de endeudamiento de la administración tiene graves consecuencias. Nos hace vivir con la falsa ilusión de que la deuda puede expandirse sin límite y que sólo esta puede garantizar el crecimiento económico. Y no es así. 
  
Asturias necesita abandonar estos postulados intervencionista, cuyo fracaso tiene a la región en cifras record de desempleo, pese a las ingentes cantidades de fondos públicos de los que ha sido beneficiaria. Asturias necesita más ahorro para reactivar la inversión, no persistir en las recetas del Telón de Acero de más gasto público y de repudio de la deuda. Tal como proponía Juan Costa Climent en su libro ‘La revolución Imparable’, Asturias precisa articular otra forma de entender la relación entre economía y entorno más acorde con las restricciones que nos impone la nueva era en que vivimos, donde el cómo se reparte el crecimiento entre el conjunto de la población, cuál es el nivel de cohesión social y cuanto patrimonio ecológico conservamos son los factores relevantes. En caso contrario, no podremos ser capaces de valorar el éxito o el fracaso de un Gobierno -o de una determinada política- y consumiremos nuestra vida y recursos luchando por algo distinto de lo que realmente buscamos.