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31 de julio de 2012

Por el consenso y la estabilidad en las instituciones

La pasada semana el flamante coordinador de Asturias de Izquierda Unida pedía públicamente al PSOE "recuperar para la izquierda" la Alcaldía de Cangas del Narcea. Resulta paradójico que sea precisamente Manuel González Orvíz quien haga este llamamiento, azuzando la inestabilidad en una institución pública en nombre de la izquierda, cuando años atras criticó el apoyo del PSOE a una moción de censura del Partido Popular que desbancó a Angela Vallina de la Alcaldía de Castrillón. Y es que el objetivo, ahora como entonces es el mismo: desbancar a la derecha y ocupar el sillón de  al precio que sea. Un precio que, por desgracia, entonces pagaron los castrillonenses, y ahora se amenaza a los cangueses con cobrar.

Como entonces hice, critico cualquier acción encaminada a desestabilizar las instituciones y que las mismas sirvan para acceder a cuotas de poder. Conviene no dejar en el olvido ciertas cuestiones. El único legitimado para ocupar la Alcaldía de Cangas del Narcea es José Luis Fontaniella, por que así lo quiso la mayoría de la corporación municipal canguesa en su sesión constituyente. Por tanto, la legitimidad para gobernar no la da tener mas votos que otro sino tener los votos suficientes para formar gobierno, aunque los pactos que se produzcan para sumar esos votos nos gusten mas o menos.

Cangas del Narcea sólo es un ejemplo. No están los tiempos para juegos de la silla del poder. Estamos en los tiempos del consenso. Un consenso que no debe sustituir las responsabilidades propias ni la asunción de los errores cometidos. Un consenso que tampoco debe convertirse en objetivo único de la acción política. 

El discurso y la acción política deben prevalecer y desterrar a todos aquellos que se guien y compartan la opinión de que "todo partido que está en una institución persigue el objetivo de ocupar el gobierno".
Un partido político no debe ser una organización volcada sólo en ganar las elecciones, y mucho menos una organización sustentada en la obsesión del desquite. Eso hay que rechazarlo completamente. Si uno se deja llevar por esas obsesiones ya no es capaz de pensar ni actuar libremente.

Un partido político debe estar preparado para estar en el gobierno y también para estar en la oposición, y además de ser capaz de hacer oposición, también tiene que tener capacidad para llegar a pactos con el Gobierno. Si no se hace eso, se está creando una organización sin fundamento ni estructura que no puede ofrecer alternativas serias y creibles.

Quienes las urnas han colocado en la tesitura de ocupar la oposición, deben ejercitarla de manera seria y responsable bajo las premisas anteriormente expuestas tratando de darle una perspectiva global a los problemas y con el objetivo de dotar de estabilidad a la institución en la que se está ejerciendo la representación popular, tratando de mejorar las propuestas del gobierno con propuestas propias, complementarias, serias y, en cualquier caso, no destructivas. Pero sobre todo no debe ofrecerse como instrumento, ni ponerse en la situación de ser rehén, de los democristalinos y salvapatrias que desde una posición minoritaria pretender quitar y poner a su antojo, según sea la contraprestación que reciban a cambio. Cualquier otra actuación solo pondrá en evidencia desorden interno, ideas confusas y falta de proyecto.

Allá cada cual...

1 de julio de 2012

Más impuestos, más gasto, más edeudamiento

El Gobierno de Asturias presentaba el pasado miércoles el plan econmómico-financiero que pretende que el Consejo de Política Fiscal y Financiera valide como instrumento para cumplir con el objetivo del déficit.

Nada se puede extraer de la lectura del comunicado del Presidente del Principado de Asturias en el que presentaba las líneas generales del plan, que permita hablar de rigor presupuestario y el control de gastos a fin de evitar el endeudamiento excesivo que prometía el PSOE en su programa electoral. Ninguna medida de calado para reorganizar un sector público autonómico mastodóntico, lleno de duplicidades y solapamientos y de organismos autónomos obsoletos.

En cambio, el plato fuerte del plan de ajuste es la subida de impuestos. En definitiva, el Gobierno socialista de Asturias ha preferido optar por un modelo fiscal que apuesta por un aceleración progresiva del gasto público basado en una gestión económica ajena a la eficacia y desprovista de ratios para evaluarla.

Nada permite atisbar un horizonte en el que Javier Fernández abandone la errónea identificación entre rentabilidad social de los servicios y la asunción de costes, y se instalen en la línea de prestar los servicios de la forma mas eficiente posible, orientándolos a la obtención del mayor bienestar, limitando los riesgos en la prestación, estableciendo sistemas de seguimiento y control que evalúen la eficacia y eficiencia que determine el sistema de gestión mas adecuado a cada servicio. De todo ello se deduce que este gobierno tripartito no tiene intención alguna de acometer la mejora de los métodos de gestión administrativa, y que de hacerlo lo hará de una manera simplista y pagando un excesivo tributo a sus mostrencas ideas acerca del mal funcionamiento de la maquinaria administrativa. Por ello, de nada sirve incrementar los recursos por la vía de los impuestos, si se dedican a mantener los desequilibros generados por inadecuados o inexistentes métodos de gestión.

Con descaro y elocuencia tratan de cargar el mochuelo a la Ley de Estabilidad Presupuestaria y al objetivo del déficit acurdado por el Consejo de Política Fiscal y Financiera. Es cierto que esta norma establece mecanismos estrictos en materia de endeudamiento. Pero lo cierto es que dicha norma no pone ningún límite a la aplicación de medidas de control del gasto público.

Sólo presentándose ante los ciudadanos con un programa de control de gasto serio, donde se evidencie la aplicación de la formula mas eficiente para su control y donde se establezcan criterios de simplificación, reducción de burucracia, elimianción de duplicidades, paralelismos y solapamientos y se actualicen los instrumentos de la administración a la situación real que vivimos, puede plantearse una subida de impuestos.

El hombre que al ser elegido Presidente del Principado, hace apenas un mes, llenaba su discurso de sentido de Estado y visión europea, se transforma ahora en un rancio autonomista que blande el estatuto en actitud cantonalista.

Poco parece importarle al Presidente de Asturias que, desde hace tiempo, las autoridades europeas tengan en su punto de mira a las autonomías por su falta del control del gasto. Se le ve infinitamente más preocupado en evitar admitir ante los asturianos que los despilfarros del pasado, hechos por su propio partido desde el Gobierno regional, conllevan un ajuste presupuestario de más de 500 millones de euros que traerá consecuencias para todos. Pero resulta infinitamente más cómodo apuntar a un culpable fuera de Asturias evitando asumir la responsabilidad de los gobiernos socialistas de los últimos doce años.

El resultado del Consejo Europeo que finalizo el pasado viernes ha sido beneficioso para España, tras haber alcanzado la práctica totalidad de los objetivos que llevaba en su agenda. Pero todos esos logros no servirán absolutamente para nada si no se pone fin a una admnistración autonómica hipertrofiada resultante del progreso y sus exigencias que se ha inoculado en la sociedad como derecho subjetivo irrenunciable a costa de más impuestos, más gasto y más endeudamiento.

No, a Asturias no le sirve aguantar hasta que escampe. No le vale seguir subiendo impuestos esperando a que todo se solucione para empezar a crecer. No. Se necesita austeridad, ahorro y eficiencia. Asturias tiene que crecer y hacerlo al mismo ritmo que el resto de España, pero el crecimiento tiene que hacerse sobre bases sólidas. Sobre un agujero nada se puede construir.